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Los Jets en el universo Soprano

Hubo un tiempo en el que los Jets eran un equipo divertido de ver, en el que contendían en el Este por playoffs, en el que su entonces quarterback, Chad Pennington, era condecorado como el Regreso del Año en la NFL y en el que su entrenador en jefe, un estudioso italoamericano descendiente del árbol genealógico de Bill Belichick llamado Eric Mangini, era popularizado como "Mangenius".

Caigo en cuenta de esto tras ver, por segunda vez, The Soprano, la legendaria serie creada por David Chase y protagonizada por James Gandolfini, un héroe local de la comunidad italoamericana de Nueva Jersey que pasó a la posteridad por tres cosas: ser un embajador pop de la Universidad de Rutgers, morir de un infarto en una habitación de hotel en Roma durante unas vacaciones con su hijo y encarnar a Tony Soprano, el temible jefe de la mafia.

En uno de los últimos capítulos de la serie, en la que también irrumpieron Lawrence Taylor —"Sir Lawrence of the Meadowlands"— como jugador de poker y el carismático Tony Siragusa como guardaespaldas y chófer, Mangini aparece interpretándose a sí mismo, junto a su esposa Julie, en una mesa del Vesubio, el famoso restaurante de Artie Bucco.

Al percatarse de la presencia de "Mangenius", como el propio Artie refiere, Tony Soprano se siente con la obligación de levantarse, ir a saludarlo hasta su mesa y rendirle pleitesía.

EricMangini

"Me encantaba el programa y lo seguía. Cuando me llamaron para participar, pensé que era una broma cuando alguien me preguntó: '¿Quieres salir?'. Pero cuando me di cuenta de que era una verdadera oportunidad de formar parte de la historia de la televisión en un programa que seguía, fue una experiencia realmente increíble", contó Mangini.

La reacción de Soprano al advertir la presencia de Mangini es totalmente contrastante respecto a la de una escena ocurrida en un capítulo anterior, en la que mira con desgano un partido de los Giants, el otro equipo de la zona de East Rutherford, durante su visita a la casa de su hermana Janice y su nueva pareja, Bobby Baccaliere, uno de sus subalternos.

Por el sonido de la televisión, sabemos que es un Giants-Eagles de mitad de la década de los 2000, en el que desfilan jugadores como Donovan McNabb y Brian Westbrook, por Filadelfia, y Tiki Barber y Eli Manning por Nueva York. Bobby intenta persuadir a su hijo, Bobby Jr., para que tome sitio en el sofá. "Los Giants están pateando traseros", dice. A lo que su primogénito responde: "Odio a los malditos Giants", desatando la furia de Baccalieri, quien zanja la conversación diciendo: "Está es una casa de aficionados de los Giants". Para entonces los Giants ya comenzaban a cimentar una candidatura bajo la guía de Tom Coughlin que derivaría, tiempo después, en aquel tercer título de Super Bowl frente a los Patriots invictos de 2007.

El hecho de que Tony Soprano se haya vinculado sentimentalmente con los Jets y no con los Giants dota al personaje de esa ambigüedad moral indispensable para interpretar a un criminal y que distingue —parafraseando al escritor Sergi Pàmies— a los hombres memorables de los hombres simplemente necesarios.