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Tom Fears, un inmortal nacido en Guadalajara

La naturaleza itinerante de su padre, un ingeniero minero estadounidense, provocó que Tom Fears naciera en Guadalajara, la ciudad mås importante del occidente mexicano, aunque desde los seis años se mudó a la zona de Los Angeles bajo el cuidado de su madre, Carmen, de quien heredaría el orgullo por la cultura azteca. Su infancia en California estuvo marcada por su precaria condición social, por lo que tuvo que vender flores y periódicos en una esquina junto a su hermano mayor, fuente de inspiración para acercarse al futbol americano.

Antes de ser reclutado por las Fuerzas Aéreas del ejército de Estados Unidos, jugó a nivel colegial en Santa Clara, en el årea de la bahía de San Francisco. Sólo había una cosa que le obsesionaba mås que cruzar el umbral del profesionalismo como jugador: convertirse en piloto de combate para rescatar a su padre, quien había caído como prisionero de guerra de las tropas japonesas mientras extraía minerales en Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial.

Fears sirvió tres años como instructor de vuelo y estrella del equipo de futbol americano en Colorado Springs, sin la posibilidad de escalar en jerarquía ni de sobrevolar mås allå del circuito de pruebas. Decepcionado, solicitó su baja del ejército y aceptó una oferta de UCLA, el alma mater de su hermano, para formar parte de su programa deportivo. Entretanto, su destreza militar le permitió aparecer como piloto de combate en los créditos de una película del Hollywood clåsico protagonizada por Humphrey Bogart: Action in the North Atlantic, dirigida por Lloyd Bacon.

“Los Rams querĂ­an firmarme desde que renunciĂ© al ejĂ©rcito, pero yo ya tenĂ­a un compromiso con UCLA”. Tom Fears

Para 1945, fue drafteado por Los Angeles Rams como back defensivo, aunque debutó en la liga hasta 1948, tras haber hecho la transición a wide receiver, o split end, como se conocía hasta entonces. Su reconversión supuso toda una revolución en la liga y en la conciencia que se tenía hasta entonces de la posición de receptor. Durante sus primeros tres años lideró la NFL en pases atrapados, estableciendo un récord en 1949, con 77, que luego él mismo superó en 1950, con 84. Probablemente haya sido el primer gran corredor de rutas de la historia, patentado la buttonhook (gancho) como su marca insignia.

En su carrera de nueve años como jugador NFL, coronada por su entronizaciĂłn al SalĂłn de la Fama, dejĂł dos postales memorables: el partido de las 18 recepciones contra los Green Bay Packers en 1950 —un rĂ©cord que se mantuvo vigente medio siglo, hasta que Terrell Owens lo rompiĂł como miembro de los 49ers— y la escapada que, un año mĂĄs tarde, le dio el que hasta entonces habĂ­a sido el Ășnico tĂ­tulo de los Rams como franquicia de Los Angeles, convirtiendo un pase corto de Norm Van Brocklin en una recepciĂłn de mĂĄs de 70 yardas frente a los Cleveland Browns.

Los Angeles Rams Hall of Fame wide receiver Tom Fears circa 1950's. (Photo by Pro Football Hall Of Fame)

A su retiro se convirtiĂł en empresario, montando dos restaurantes de comida mexicana en la gran metrĂłpoli californiana. MĂĄs tarde le llegĂł la oportunidad de ser el primer entrenador de los Saints como franquicia de expansiĂłn, tras haber servido como coordinador en el staff de Vince Lombardi, y terminĂł sus dĂ­as en la NFL como propietario de una agencia de servicios de scouting para equipos profesionales, vinculĂĄndose profesionalmente con los Packers, Steelers y Oilers.

Tiempo despuĂ©s, en un viaje de negocios a MazatlĂĄn, le propuso a sus hijos conocer su lugar de origen. Para ello tuvo que conducir unos 480 kilĂłmetros al sur, atravesando poblados como Ojo de agua de Palmillas, al sur de Sinaloa, e IxtĂĄn del RĂ­o, en los bordes de Nayarit, cerca de la frontera con Jalisco. Luego de tener algĂșn altercado en la carretera con unos criminales, la familia Fears alcanzĂł finalmente Guadalajara, la ciudad en la que Tom vio la luz por primera vez el 3 de diciembre de 1922.

A los 72 años fue diagnosticado con la enfermedad de Alzheimer. Al poco tiempo comenzĂł a tener episodios de ira prolongados y sus recuerdos se fueron desvaneciendo. "SĂ© que en los Ășltimos seis meses se me ha escapado la memoria —admitió—. Olvidas el nombre de tus vecinos. Es vergonzoso. Esa es la peor parte. La gente piensa que no te importa un carajo, pero no es asĂ­".

DespuĂ©s de seis años luchando contra la enfermedad, muriĂł en una casa de convalecencia en Palm Deserts, California, no muy lejos de su hogar en Palm Springs, un paraĂ­so de aguas termales, campos de golf y salones de spa. Antes de que todo comenzara a desmoronarse, sostuvo ante un reportero de Los Angeles Times que no querĂ­a que su vida fuera recordada como una historia triste, sino como una historia de amor. "Cuando te diagnostican Alzheimer —dijo—, la gente siente lĂĄstima por ti. Yo no creo que deba sentir lĂĄstima por mĂ­". Y tiene sentido. Pese al amargo final, su leyenda perdurarĂĄ como el hombre que revolucionĂł la posiciĂłn receptor y el Ășnico jugador nacido en MĂ©xico en haber sido exaltado al recinto de los inmortales.